Honrosas excepciones se destacan en el escenario político del país al momento de hacer transparente el origen y el destino de los recursos que se manejan en las campañas. Y hasta fuera de su término.
La llegada del ex concejal de Morón Juan Zabaleta modificó un panorama que, hasta entonces, provocaba una abrumadora disparidad entre el despliegue del oficialismo y las distintas vertientes opositoras. La “billetera” de “Juanchi” –admitido por propios y ajenos- provocó no sólo que el kirchnerismo local se pusiera a sus órdenes sino que también relativizó valores tradicionales de la política distrital, como la pertenencia o el conocimiento de sus ciudades y sus barrios. De las necesidades de los vecinos, al fin de cuentas.
Y esos recursos de Zabaleta empalidecieron al propio oficialismo, que bebió de su propia medicina durante 2013, cuando el FPV realizó una campaña ostentosa, obscena en gastos ante la realidad vivida por enormes franjas del Conurbano. Y de Hurlingham, claro está.
Las declaraciones de Eslaiman parten de una premisa cierta. No resulta digerible la utilización de un ámbito del Estado Municipal para un acto de campaña proselitista, en este caso del massismo. Ahora, ¿qué son los fondos “del Estado Nacional” sino el aporte de millones de argentinos a través de sus tributos? ¿Acaso Néstor Kirchner desembolsó dinero propio para sustentar aquella “decisión política”? Y hablando de desembolsar, ¿A cuánto ascendió el gasto de la campaña K y cuál fue el origen de esos fondos? ¿También los vecinos, no sólo los de Hurlingham, habremos pagado la campaña para su reelección? ¿A la Tota Santillán, Copani, Mancha de Rolando, Acero Cali, las pantallas móviles, C5N, las menciones de Fantino, Feiman y otros lujos, quién los pagó? ¿Fue con rifas o cenas solidarias?
El edil del NE detalla el tiempo que resta para las elecciones y cuestiona al Frente Renovador por ello, pero omite el mismo cuestionamiento para Zabaleta que dispone de una caja inconmensurable para, por ejemplo, haber desarrollado desde octubre del año último, al menos seis pegatinas de afiches (desde el primer año de Papado de Francisco o Malvinas, hasta el rechazo a la venta del Polideportivo, con avión incluído) por todo Hurlingham. Lo mismo festivales artísticos. ¿El propósito? Instalar un apellido, “Zabaleta”.
Ubaldo Luna